Bolector ¡Vámonos Recio!

BOLECTOR [1]: UNA INVITACIÓN A LEER

Introducción

Evidentemente, el gusto por la lectura se habrá de originar leyendo. Los docentes, como trabajadores, formamos parte de un contexto laboral en el que fluye una corriente tipificadora que muchas veces nos arrastra con ella, sin darnos la oportunidad de liberarnos de estereotipos que, en nuestro devenir, se van anquilosando cada vez más. Así, llega a suceder que aunque nos reconocemos como pieza clave en la formación lectora de nuestros alumnos, resulta, por increíble que parezca, que muchos docentes no tienen ni el hábito ni el gusto por la lectura.
Este hecho dificulta que se logren el gusto por leer y el hábito de la lectura en nuestros alumnos. Por tanto, habremos de irnos forjando, poco a poco, ese hábito para que, entonces sí, podamos hablarles a los niños “al tú por tú” sobre el gusto por la lectura, con credibilidad. Parafraseando un conocido refrán, diríamos que: “Si yo digo que me gusta la lectura es porque tengo las hojas de los libros en la mano”.
El Bolector surge en este sentido, como un medio por el cual, a partir de lecturas variadas y asequibles, el docente tenga una posibilidad de adquirir, retomar o consolidar su gusto por la lectura y a su vez como una herramienta para que brinde la misma oportunidad a sus alumnos. Resulta entonces que el Bolector es, simple y sencillamente, una invitación a leer. Ojalá unos y otros acepten esta invitación.


Objetivos

· Fomentar el gusto por la lectura.
· Promover el uso y circulación de materiales relacionados con la lectura.
· Generar la participación activa en el boletín, ya sea usando los materiales presentados, realizando comentarios, haciendo sugerencias o produciendo aportaciones.


Sustento teórico

México ocupaba el año pasado el lugar 107 a nivel mundial en la lectura [2], con 2.8 libros per capita al año, siendo que el mínimo recomendado por la UNESCO es de 4 libros leídos por persona al año. Por otro lado, en la evaluación realizada por la OCDE, nuestro país ocupó el penúltimo lugar respecto a los estudiantes mejor capacitados en la habilidad lectora [3]. Un dato más: Tan sólo el 1% (¡UNO POR CIENTO!) de los habitantes de la “gran área metropolitana” afirma tener el hábito de la lectura [4]. Estas cifras, entre otros datos estadísticos y empíricos, nos dan pie para afirmar que NO estamos inmersos en un contexto lector. Tan sencillo: Los mexicanos NO LEEMOS.
En este punto rescatamos la pregunta que lanza Carlos Rubio: “Acá tropezamos con una interrogante más difícil… ¿leen los maestros…? Porque si no hay lectura, los libros no pueden moverse de sus estantes y correr en busca de alguien que, aunque sea por caridad, los ame.” [5]
Es innegable que “Quienes estamos relacionados con la enseñanza reconocemos en la lectura uno de los medios indispensables para acceder al conocimiento, por tanto, necesitamos que los alumnos y antes que ellos los maestros, sean lectores competentes.” [6]
Sin embargo parece un hecho que en el mismo contexto docente la problemática del no acercamiento a la lectura resulta evidente y, bien podría decirse, preocupante ya que, “A las personas que no leen o escriben con cierta frecuencia o placer se les dificulta lograr que otros lo hagan. Es difícil enseñar a valorizar lo que nosotros no valoramos.” [7]
De esto se deriva concretamente la cuestión siguiente: ¿Será posible que un docente que no se sienta atraído por la lectura, que no tenga medianamente el hábito de leer, que no lea por entero gusto, sea capaz de fomentar el acto de leer y el gusto por hacerlo en otros sujetos? Y cuando estos sujetos resultan ser niños y niñas que son tan sensibles a percibir dicotomías aún por demás encubiertas, dicotomías que resultan verdaderas paradojas y que terminan generando en ellos confusiones y dramáticos impactos psicológicos que, finalmente, derivan en el rechazo flagrante hacia la lectura. Muchas veces sólo con nuestra actitud, ya no digamos con nuestros medios y procedimientos, opacamos el gusto por la lectura, cercenamos la inquietud natural de los niños y niñas a explorar los materiales escritos. Imponemos la lectura, más que ejemplificarla, brindarla o compartirla; y bien lo dice Pennac: “El verbo leer no tolera el imperativo. Es una aversión que comparte con algunos otros verbos: ‘amar’… ‘soñar’… Claro que se puede intentar. Se podría decir por ejemplo: ‘¡Ámame!’ ‘¡Sueña!’ ‘¡Lee! Pero lee pues, buena vida, ¡te ordeno leer!’ -¡Sube a tu cuarto y lee! ¿Resultado? Ninguno.” [8]
¿Qué hacer? ¿Cómo lograr que a nuestros alumnos y a nuestras alumnas les guste la lectura? ¿Cómo lograr que nuestros alumnos y nuestras alumnas lean? Verónica Murguía contesta tajantemente: “Para lograr esto, el maestro debe leer también.” [9]
Aquí está precisamente el problema, son múltiples las causas que hacen que nosotros, los maestros y maestras, no leamos. Primeramente reconocemos (o argumentamos a nuestro favor) que somos producto de esa escuela en la que se nos enseñó a leer, a leer por obligación y por mandato, pero en la que no se nos enseñó a utilizar la lectura como una herramienta para la vida, y mucho menos a disfrutar de ella. Luego, podemos alegar que no tenemos tiempo para leer: debemos cubrir una doble jornada de trabajo, tenemos familia que nos reclama atención y otros asuntos o problemas que nos acaban de sustraer ese valioso tiempo… no queda espacio alguno para la lectura, y de nuevo Pennac nos aclara: “El tiempo de leer es siempre tiempo robado. (De la misma manera que lo es el tiempo de escribir o el tiempo de amar.) ¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir… La lectura no tiene que ver con la organización del tiempo social; es, como el amor, una manera de ser.” [10] Sólo, quizás, leemos lo estrictamente necesario para nuestro desempeño profesional y en todo caso sería una lectura muy pobre o muy formal para disfrutarla. Vendrán otras excusas: Que los libros son caros, que la biblioteca está lejos, que tengo la vista cansada, etcétera. El caso termina siendo el mismo: No hay lectura.
¿Entonces? ¿Qué hacer? Buscar alternativas… o proponerlas. La más simple: Una invitación a leer. Una invitación que no cueste, que no demande mucho tiempo, que entretenga… que reconcilie, y para esto debe tener una sola condición: “… no pedir nada a cambio. Absolutamente nada. No construir ninguna muralla de conocimientos preliminares alrededor… No plantear la más mínima pregunta. No poner la más pequeña tarea… Lectura-regalo. Leer y esperar. No se fuerza una curiosidad se la despierta.” [11]
El Bolector es esta invitación. Quiere ser el medio que acerque a los docentes de una escuela (aunque comienza a expandirse en la misma comunidad escolar e incluso a otras comunidades escolares) a ciertos textos que fomenten el acto de leer por gratuidad, por el simple y llano gusto de hacerlo. En este sentido lo comparo a un curso de literatura, pero concebido como lo hace, permítaseme la osadía, Gabriel García Márquez: “En síntesis, un curso de literatura no debería ser más que una buena guía de lecturas.” [12]


Aportación pedagógica, resultados, hallazgos, evidencias

El Bolector ¡Vámonos Recio! es la derivación y formalización de una iniciativa con la que pretendí compartir, con mis compañeras y compañeros de escuela, algunas lecturas que yo hubiera hecho y que considerara interesantes. De esto hace casi ya un año. En aquel entonces llamé a tal iniciativa “Ejercicio Comunicativo” y mediante él hice llegar a mis compañeras y compañeros más de 80 páginas de lecturas muy diversas: cuentos, chistes, poesías, crónicas, pensamientos, ensayos y novelas.
A partir de la necesidad de enriquecer el trabajo que había estado realizando por más de 6 meses, solicité una retroalimentación de mis compañeras y compañeros, en la cual les pedía algún tipo de comentario sobre el “Ejercicio Comunicativo”. Los comentarios llegaron, muchos de ellos con palabras de aliento y agradecimiento muy emotivas, y claro, sugerencias. Estos comentarios también me hicieron pensar en la necesidad de buscar alguna forma de diversificar más eficazmente los tipos de texto que les presentaba. Así que comencé a pensar en la forma en que podía acercar diferentes tipos de textos en cada aparición del “Ejercicio Comunicativo”. Comencé a gestar la idea de un boletín en el cual pudiera incluir algún cuento (o parte de él o de una novela), algunos pensamientos o reflexiones, algunos chistes… en fin, un grupo de lecturas diversas en una sola edición.
Por otro lado, antes de finalizar el año civil, se me asignó la función de “Acompañante lector” en ambos turnos (ya que trabajo el doble turno en la misma escuela, y el “Ejercicio Comunicativo” lo llevaba a cabo en los dos). Llegué a saber que mi designación obedecía, en parte, a la iniciativa que yo había comenzado meses atrás. La nueva idea que había comenzado a gestar, la del boletín, podría encajar en buen grado con parte de las funciones del “Acompañante lector”.
Fue así que para el mes de febrero de este año vio la luz el nuevo proyecto: El Bolector ¡Vámonos recio!, subtitulado como “Medio de Acompañamiento de la Esc. Prim. Profr. Juan B. Garza”. Como había sido la intención, se pasó de la simple hojita en la cuál se trascribía algún texto y se reproducía, a estructurar un boletín con un formato más elaborado, con un diseño más dinámico y amigable. Con este nuevo formato se hizo posible la integración de varios tipos de textos en cada edición. Se había cumplido con ese objetivo, lo que podría traducirse en que fuera más “apetecible” a los potenciales lectores. Los comentarios que he recibido con respecto a esta nueva presentación también han sido muy halagüeños. En este sentido cuento con 22 hojas de comentarios en las cuales las compañeras y compañeros encomian el trabajo realizado, tanto con el “Ejercicio Comunicativo” como con el Colector.
Ya por último sólo quiero hacer mención de que el Bolector ¡Vámonos Recio! ha trascendido el círculo de compañeros y compañeras docentes de mi escuela. Tengo referencias de compañeros y compañeras que lo comparten con su familia; otros que lo comparten con sus alumnos (en la misma o en otras escuelas, incluso de otros niveles); ha impactado también a personal de apoyo (en particular promotores de salud y de educación física, aunque también a personas como la Secretaria de la Escuela, o como chicos y chicas de servicio social) e inclusive a padres de familia. También sé que ha sido compartido con profesores de otras escuelas por algunos compañeros que sólo trabajan en un turno en mi escuela. Es muy grato saber que está creciendo lo que comenzó como una pequeña idea.


Descripción de la experiencia

Primeramente mencionaré que el Bolector ¡Vámonos Recio! cuenta con un “tiraje” de 45 ejemplares entregados por mi cuenta.
Hablaré ahora sobre las fuentes. Desde la primera etapa del proyecto (la del “Ejercicio Comunicativo”) la mayoría de los textos que les compartía eran de lecturas que había hecho en algún momento de mi vida, pero atendiendo a dos características básicas: que fueran de fácil lectura (amenas, interesantes, “bonitas”, entretenidas) y que fueran cortas o, en todo caso, no muy largas. Por lo tanto, la mayoría de los materiales eran obtenidos de textos que yo poseía, pero conforme fue pasando el tiempo fue necesario ampliar las fuentes, así que comenzó a darse un proceso de búsqueda. Siempre he sido afecto a conseguir materiales que, por alguna recomendación o por simple intuición, me parecieran interesantes; pero ahora trataba de que fueran textos que pudieran servirme para compartirlos como lo estaba haciendo. Una fuente muy importante fue Internet. Es innegable que en Internet pueden conseguirse materiales de todo tipo, así que he tratado de explotarlo al máximo. Revistas como “Tiempo libre”, “La Jornada. Semanal”, “Muy Interesante”, “Quo”, “Selecciones” y “Contenido”, también han nutrido el proyecto. Además de todos estos tipos de materiales, ya para la época del Bolector fui más insistente en la posibilidad de colaboración (en el “Ejercicio Comunicativo” también había solicitado la participación para sugerir escritos o facilitar materiales, pero la respuesta fue pobre), y se dio como resultado una participación más evidente. Se han hecho colaboraciones en cuanto a la sugerencia de materiales, facilitación de material, pero destaca sobre todo la participación con textos propios; es decir he logrado publicar material escrito por algún compañero (en este caso cuento), y espero que este tipo de colaboraciones (y de las otras mencionadas) se sigan dando y en mayor medida. Una aspiración que espero se de en un futuro próximo es comenzar a integrar materiales diferentes a los literarios, de corte informativo, técnico o crítico. Más recientemente comencé a incluir chistes escuchados (o contados por los mismos alumnos), vivencias (propias, contadas o escuchadas), en fin, el medio oral también ha dado material para ser escrito en el Bolector.
En el Bolector ¡Vámonos Recio! ha sido posible incluir los siguientes tipos de materiales: cuento, novela y novela corta, poesía, caricatura, chistes (u otros formatos humorísticos), anécdotas, frases célebres o citas famosas, “capsulas” interesantes, textos informativos (sobre el PNL), entre otros. El formato del Bolector ¡Vámonos Recio! se apega al formato estándar: 21.5 cm x 14.0 cm (tamaño carta por la mitad). En sus primeros tres números contó sólo con 4 páginas, pero a partir del número cuatro cuenta con 8 páginas. Su estructura atiende a mi puro sentido estético (el cuál no está entrenado en ningún sentido) y a las necesidades de espacio con respecto a los materiales seleccionados. La periodicidad del Bolector ¡Vámonos Recio! ha pretendido ser semanal, pero en un par de ocasiones, por sobrecarga de trabajo o por motivos de índole personal (familia, enfermedad u otro), he tenido que posponerlo hasta una semana.
Un par de aspectos más que quiero mencionar son: El aspecto Institucional y la aportación de recursos materiales. Aunque el Bolector ¡Vámonos Recio! se presenta como “Medio de Acompañamiento de la Esc. Prim. Profr. Juan B. Garza”, no es en ningún sentido Institucional, es decir, soy yo quien lo administra y no la Institución. Sigo siendo yo quien decide sobre los contenidos, formatos, aparición, etc. Esto en función a que los recursos para editar el Bolector ¡Vámonos Recio! son netamente propios. Desde la época del “Ejercicio Comunicativo” hasta la actualidad, los recursos materiales han sido proporcionados por mí. Esto resulta ser una cuestión clave de mi proyecto; y aunque conlleva un enorme esfuerzo, he querido mantener mi iniciativa original de brindarles, a mis compañeros y compañeras, esa invitación a leer que no les cueste absolutamente nada, salvo quizás el deseo, ¡que no el compromiso!, de leer lo que les ofrezco.
Actualmente se está gestando una idea que pretende “bajar” el Bolector a los alumnos, con el mismo formato (aunque “mini”) y con textos adecuados a sus destinatarios, y por supuesto con colaboraciones propias. Quizás en no mucho tiempo salga a la luz este nuevo “Bolector infantil”, haremos lo posible para que así sea.
Esta es, a muy grandes rasgos, la experiencia que he venido a compartir con ustedes. Por cierto: ¿Alguien quiere ser partícipe de ella? ¿Alguien desea recibir el Bolector? Sólo contáctenme. Gracias.


Conclusiones

Sólo puedo concluir celebrando gustoso que aquella iniciativa que dio inicio tan sólo como una buena intención ha crecido y, por los comentarios (sobre todo orales) que las compañeras y los compañeros me hacen, parece que ha gustado… ha cumplido su propósito elemental: ser un acercamiento, un vínculo a la lectura. A la fecha me encuentro sumamente motivado y con la visión de hacer crecer cada vez más este trabajo, involucrando a más personas como lectores y colaboradores.
En fin, la invitación a leer está hecha. ¡El Bolector está circulando!


Bibliografía

KOHL, Herbert. “Pensar que la escuela es importante”. Material fotocopiado, s/d.
MURGUÍA, Verónica. “Leer en la Escuela” en la Revista Tierra adentro. Artículo fotocopiado, s/d.
LERNER, Delia. Leer y escribir en la escuela. Lo real, lo posible y lo necesario. SEP-FCE, México, D.F., 2004.
PENNAC, Daniel. Como una novela. SEP-NORMA, México, D.F., 2000.
YNCLÁN, Gabriela. “Búsqueda de significados. Más allá del texto” en Castillos Posibles. Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano, A.C. Material fotocopiado, s/d.


Notas

[1] Bolector: Palabra compuesta que originé de la intersección de las palabras Boletín y Lector.
[2] Ferrer, Mauricio. “Falta de lectores afecta al mercado librero”. Informativo 27796, en www.comsoc.udg.mx/boletin/27may05/27796maf.htm, p. 1*.
[3] Boletín UNAM-DGCS-266. “Al año, el mexicano no lee más de 2.5 libros”, en BINÉ = La Comunidad Académica en Línea, http://bine.org.mx, p. 1*.
[4] Rubio, Carlos. “La escuela y la felicidad del lector”, en www.clubdelibros.com/archicarlosrubiofomento.htm, p. 1*.
[5] Rubio, Carlos. Op cit, pp. 3-4*.
* Se da la referencia de página luego de haber hecho impresiones de las “páginas” de Internet en tamaño carta.
[6] Ynclán, Gabriela. “Búsqueda de significados. Más allá del texto” en Castillos Posibles.
[7] Kohl, Herbert. “Pensar que la lectura es importante”.
[8] Pennac, Daniel. Como una novela, p. 11.
[9] Murguía, Verónica. “Leer en la escuela” en la Revista Tierra Adentro, p. 29.
[10] Pennac, Daniel. Op cit, pp. 120-121.
[11]Pennac, Daniel. Op cit, p. 123.
[12]García Márquez, Gabriel, citado en Lerner, Delia. Leer y escribir en la escuela. Lo real, lo posible y lo necesario, p. 118.

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